Sorprendeme con una caricia fortuita. Inevitable.
Me hago las manos azules de esperar tu amable contacto.
Tu odio y tu rabia.
Tus versos rotos de la madrugada.
Y mi sordera póstuma.
Haces ruidos desde el otro lado de la pieza en la que estamos desnudos y quebrados. Ya tu respiraciòn se ha detenido por intervalos de segundos que me parecen eternos y más eternos que los segundos que paso escuchéndote respirar desde el otro lado de la habitación.
Murmullas, murmullos. Un golpe lejano y vacío da el primer toque de estas campanas que he puesto sobre tu cama. Sobre el vino que brota de tu cabeza recién abierta y te aleja de mis agresiones y mis celos que nunca han existido.
Hago la cruz sobre tu vientre lacerado y me quejo de no haber sabido como acabar con tu miserable progenie con mayor rapidez.
Pero eso es algo para otro dia.
Buen Viaje.
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