martes, 26 de mayo de 2009

La fuente de todas las cosas.

Es ya de noche y otra vez las cosas que nos decimos son más fáciles de ignorar que sentarnos de frente para encontrar un punto de infinitud en las paredes que nos rodean. No voy a desmentir que soy un soberano idiota, y que cada palabra que sale de mi boca es una tragedia griega en busca de actores y una digna escenografía para bañar los pies cansados y la frente sucia, llena de erupciones grasosas que me adornan como la mítica corona de espinas de mis evangelios nucleares. Padre Nuestro que estas en los suelos, acabado por mi falta de tino y mi odio desconsiderado, te acuerdas de mi(?) Salvaos, Salvaos, Salvaos, oh, Gran Lluvia que nos acontece: Molly Bloom solto la lengua de sus colgantes tetas...
Yo ya sé las cosas que tengo que enfrentar mañana. Las tengo agendadas en el espectro que me mira silencioso desde las esquinas que refrendan el infierno de los ataudes que olvidaste en mis bolsillos, en tus bolsillos. En el alma que me regalaste para que mi camino fuera menos solitario de lo que me impuse de reina del drama. De mis berrinches caprichosos y las estupideces que le digo al mundo entero para que se distraigan y no me vean por lo que soy. Pero a veces me canso de ser un disparate. A veces me gustaría no ver a nadie y poder sentirme miserable sin tener que darle explicaciones a nadie. Porque todos las piden. Como si el asunto fuera con ellos y sus vidas les dieran para aconsejar a los que, como yo, se sientan entre las grietas de las veredas por dónde los que sí llevan la luz en sus frentes caminan para completar sus labores diarias. Y pasan por mi lado para completar sus labores diarias y pasan apurados porque los éxitos son escasos y el mundo no está construido sobre los cementerios que ya son cementerios de si mismos para impedirles el paso. Todo lo que la luz toca es de ellos y no mio. Pero no me interesa tener nada, asi que no es resentimiento o envidia lo que me lleva a despreciarlos como los desprecio. Porque en realidad no los desprecio. No tengo como despreciar las cosas que no comprendo. Lo único que me dejan estas payasadas son momentos de soledades y cansancios que me aprietan el alma y el corazón. El famoso corazón de pasa del que se han reído tantos. Y que ha llegado a ser asunto de discusión entre los grandes pensadores del mundo y los que se sientan al otro lado de las alamedas, que por grandes que sean siguen estando cerradas con sendos, tremendos candados y las proverbiales siete llaves. Aunque desde aqui, tan afuera que no se consideran ya distancias exactas a estas distancias inexactas en las que me encuentro, dividido por partes utilizables, de las grandes puertas, de las grandes alamedas, escucho claramente que hay gente dentro riéndose a horcajadas-carcajadas de los imbéciles que esperan entonando cancioncitas de protesta a que los dejen entrar antes de que la muerte de la máscara roja que deambula entre todos los incautos buscando la puerta de las grandes alamedas se los lleve con el viejo de mierda que todos saben y conocen a la salita, preciosa, hermosa, monona, en que todos los proletarios esperaremos a que nos den juicio certero e imparcial cuando lleguen a buscarnos de las patas de la cama y nos digan tu para arriba y tu para abajo y los que dentro de las grandes alamedas fornican con la Gran Puta, la Gran Ramera, nuestra idiosincrática Babilonia del libre mercado, ya estén bien acomodados en el cielo mirando el juicio emitido siguiendo con su fiesta interminable, Yo seguiré aquí esperando que dejen de mirarme con la detención curiosa de los impertinentes y me dejen ser el que siempre soy debajo de mi sonrisa.

Esta leche no está buena... y mañana es Navidad

Buenas Noches

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